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Daniela Astor y la Caja Negra, de Marta Sanz (Editorial Anagrama)

En nuestro placentero recorrido por la bibliografía de Marta Sanz (os recordamos que ya os hemos hablado de El frío, de Black, black, black y de La lección de anatomía, llegamos por fin a Daniela Astor y la Caja Negra, el libro que más deseábamos leer y que tan buenas referencias teníamos, entre ellas la de nuestra amiga @ruthdiazg, una de las personas que nos sugirió la lectura de esta maravillosa escritora (por cierto, hago un pequeño paréntesis y os invito a leer los magníficos artículos que Ruth publica en la sección de Cultura de El Mundo, aquí os dejo un par de muestras, El lector siempre tiene la razón y Los Luchana dan el salto).

Portada de Daniel Astor y la caja negra


El libro se presenta como una crónica diferente de la Transición española, muy diferente al relato habitual, casi siempre solemne, en aquellos autores que deciden acercarse a este periodo tan reciente y aún cargado de enigmas.

Alejado del discurso hasta ahora mayoritario "le debemos todo lo que tenemos a la transición" y de su antagonista "la gran mentira de la transición", Daniela Astor y la Caja Negra apuesta aparentemente por una tercera vía más amable, donde la autora decide hacer de "guía interpretativa" de la transición a través de las mujeres del mundo del cine y la televisión de la época. Y lo hace a través de los ojos de Daniela Astor, hermosa modelo española de origen italiano, de costumbres refinadas y en la línea de las grandes divas emergentes en esa época de nuestro país.

 
Protagonistas del relato oficial de la transición


Pero Daniela Astor en realidad no existe. Es el producto de la imaginación de Catalina Hernández, una niña de 12 años, hija de una enfermera y un profesor, que en sus juegos de desván con su amiga Angélica Badur imaginan que son guapas y divinas, a imagen y semejanza de sus admiradas Amparo Muñoz, Marisol, Silvia Tortosa o Susana Estrada, musas de la época y representantes de los nuevos aires que se respiran en España.

De la evolución del cine a lo largo de esos años, de la simbología del desnudo, del poso que tras 40 años esta generación ha dejado, nos habla Marta Sanz, primero mediante un falso documental (llamadas en la novela Cajas Negras) que narra de forma objetiva lo sucedido en un periodo a base de retazos de aquellos tiempos: el destino fatal de una actriz, el tratamiento del aborto en el cine de la época,
 
Tierno Galván y la teta de Susana Estrada... para después mostrarnos esos mismos episodios a través de los ojos de Catalina-Daniela. Así capítulo a capítulo, palpando poco a poco el pulso de un país en un periodo que cambiaba de un día para otro el blanco y negro por el color.
Tierno Galván y la teta de Susana Estrada, imagen emblemática de la transición

Las tensiones políticas, las fallidas conspiraciones o los controvertidos episodios de represión eran sólo ruido de fondo, sucesos que, al menos para los ojos de una niña de 12 años, formaban parte del paisaje pero que no desdibujaban los ansiados aires de cambio.

Esa es una primera lectura, superficial, epidérmica, de Daniela Astor y la Caja Negra. La transición como periodo que puede contarse como un proceso de cambio cultural y de revolución social. El ruido de la parte gris de la historia, como comentábamos antes, se oye lejos, muy lejos.

Ese es el gran acierto de Marta Sanz, que durante una buena parte del libro engaña a unos inocentes lectores que leemos hasta ese momento el relato amable (no del todo inocente, pero amable) de una espectadora de 12 años que sólo ve lo que quiere ver de ese periodo histórico. Su transición. Eso es lo que hace maravilloso y demoledor el relato de Sanz, que durante buena parte de la historia nos lo creemos.

Creemos que es Catalina la que desde su visión infantil de la realidad no es capaz de ver más allá de lo que su edad le permite. Pero Catalina en realidad representa a una sociedad adormecida que desconoce - o no quiere conocer - que los cambios amables a su alrededor son de cartón piedra.
Un acontecimiento repentino, traumático, irrumpe en la vida de nuestra niña de 12 años y el escenario
 
 
 
 
de cartón piedra se derrumba. Tras él, una realidad implacable, demoledora, llena de fantasmas. Irrumpe la pesadilla, aquella que Catalina - y una sociedad entera - no quería creer real.

Sólo al final del libro el lector es capaz de entender la complejidad de un discurso aparentemente sencillo. Sólo entonces descubrimos que el ruido de fondo, que las historias que no se cuentan, son las verdaderas protagonistas de la historia. Daniela Astor es en realidad la protagonista de una historia con minúscula, que merece hacerse cada vez más pequeña en los libros de historia, porque no es sólo el invento de una niña, sino el de un país entero.
Marta Sanz nos deja una novela a la que el tiempo sabrá darle el lugar que merece en las letras españolas.

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